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“ALEGRIA ANTE EL COMPROMISO”.



Antes de su ordenación el H. Pro pasa por terribles pruebas interiores, largas semanas transcurren de desaliento, tristeza y temor. En estos días de desolación espiritual, se pregunta si sus superiores lo juzgaran indigno de ser promovido al sacerdocio. Exteriormente está tan alegre como siempre, pero en su interior la angustia lo consume, pero con el aviso de su ordenación la prueba toca a su fin, entonces con gran alegría y regocijo toma la pluma y escribe:


“Amadísimo en Cristo, P. Portitas:

Hace días escribí a su paternidad en una carta al P. García; pero como ya sé que el P. Gracia está en México… no dudo en enviarle esta otra para darle una notición mayúscula: ¡Me han concedido la misa; el 31 de agosto diré la primera! Y era natural: siguiendo los consejos que de su acertada férula espiritual recibí, cuando iba a depositar en su real pecho las cuitas que no cabían en el mío, y cuando le abría no sólo el seno de mi alma pura y angelical, si no el coseno o trastienda y la tangente o cotangente de mi corazón sencillo, devoto, místico, pío y edificante; es natural, digo, que la misa viniera, como vino, y alegrara a mi anima beata, como la ha alegrado, regocijado, rejuvenecido y animado.

Alégrese conmigo, P. Portitas, y ayúdeme con sus santos sacrificios y oraciones a dar gracias a Dios por este nuevo favor y alcanzar de él que me prepare mejor para recibir tan gran sacramento.

 

Usted querrá sin duda, hacerme un regalo para la misa, ¿verdad? Pues mire, su mercé, que hijo espiritual le dio al cielo… Yo no me opongo, ¡claro! Que me voy a oponer, ¡no faltaba más! Por tanto envíeme lo que quiera... (Aunque sea una carta) con tal que no sea un alacrán, ni papaya, ni vigoran, ni maduro. ¿Aunque maduro? ¡Ya lo necesitaría a ver si me entra el juicio! pero creo que en este punto ya me quede remendón por los siglo de los siglo, si viera Usted mi interior, ya no me conocería, me he vuelto místico, ni a tres tirones salgo de la 20ª morada, Con recuerdos para todos, P. Portitas. Su cachorro espiritual, que no le olvida en el Corazón de Jesús.

 

El alma del P. Pro se desborda de júbilo tal que ansia comunicarse a los demás, escribe a un viejo amigo de Corinto.


Sr. Doctor Benjamín Castrillo.


No he olvidado la promesa que hice a Usted cuando tuve el gusto de pasar con usted varios días en ese puerto antes de salir de Nicaragua, y voy a cumplirla. Este año tendré la inmensa dicha de ser ordenado sacerdote; el 31 del próximo agosto diré la primera misa, ya puede imaginarse cual es la alegría que inunda mi alma y cual es la satisfacción con que la comunico a usted. Este altísimo sacramento me acercara mas a nuestro Dios y me concederá poderes grandísimos y verdaderamente celestiales, cono son el poder consagrar el cuerpo santísimo de Cristo; el abrir las puertas, del cielo a los pobres pecadores en la confesión; el regenerar con el bautismo las almas manchadas con la culpa original y tantos otros que superan a todo honor mundano y caduco de este valle de lagrimas.

Más acto tan solemne requiere una preparación especial; por eso al tener el gusto de hacerle participante de mi dicha, le ruego que eleve por mí sus oraciones al cielo para que me ayude a llegar al altar de una manera menos indigna. Confió yo mucho en las oraciones de otros, por que mientras más unidos oremos, más fácilmente obtendremos de Dios lo que deseamos.


Desde luego, Doctor, lo tendré muy presente a usted, y a su apreciable familia en mi primera misa; es para mi un deber de justicia, que con mi mejor voluntad cumpliré.

 

“SU FE ANTE LAS PRUEBAS”


A principios de noviembre, el P. Pro se siente peor; su achaques del estomago se agravan, se somete a infinidad de exámenes; radiografías, análisis y cosas parecidas, pero la posibilidad de operaciones no lo intimidan antes se chancea sobre el esperado dictamen del medico. El P. Pro va ciertamente a ser útil a las almas, pero de una manera que él no sospecha. Durante seis meses, el novel sacerdote viviría en las clínicas, Desde el 3 de Noviembre, sabe que le espera una operación.

 

El Doctor le ha diagnosticado una ulcera en el estomago, con estrechamiento del píloro. Anuncia pues el Padre su llegada a la madre superiora de la clínica: “si fuera yo bastante atrevido diría a usted: mi reverenda madre, ya llego su oportunidad ¡que ilusión la mía al pensar que los rayos x no descubrirían nada enfermo en mi interior! ¡Caramba! Los picaros descubrieron todas las malicias de mi estomago, tan poco interesantes.


Durante los días de convalecencia, el P. Pro dibuja, bromea con las hermanas, ora y escribe cartas, el 21 de febrero escribe:


“El señor me ha dado ocasión de ejercitar la paciencia; ¿lo habré conseguido? El 17 de noviembre fui operado del estomago: la operación resulto bien. Por navidad ya estaba listo para volver a Enghien, cuando una hemorroide estrangulada me vino a meter en cama otra vez. El 5 de enero, fui operado de nuevo. Y esta vez con muchos y muy grandes dolores, que aun no terminan. Pero Dios quiso que esta segunda operación viniera a poner en peligro la primera, pues los dolores que siento continuamente, los reflejos dicen los médicos, hacen que lo que como no dure todo el tiempo necesario en el estomago y de allí las falsas digestiones. Con lo cual la herida no se cierra, la sangre sale en abundancia, la convalecencia se prolonga y mi año de teología corre peligro de perderse. ¡Bendito sea Dios por todo! El sabe el por que de todos estos trastornos y yo me resigno y beso la mano que así me hace sufrir.


Después escribe: Han pasado diez días, ya no arrojo sangre, comienzo a tener apetito y duermo un poco mas, es decir de 5 a 6 horas casi mi sueño normal, sin embargo, los dolores no cesan, aunque no son muy fuertes, disminuyo de peso cada semana y que a fuerza de embaular porquerías de botica, tengo descarrilado el estomago.

 

Que ¿Qué necesito?

1) Paciencia, por que de tanto gastarla, ya se me esta acabando.

2) Trabajo, porque la vida de holgazanería no pega con mi carácter y temperamento nervioso.

3) Una burra panda, para largarme de todas las boticas, hospitales, clínicas, sanatorios, monjas y enfermeras.

4) Espíritu de fe (si no hay burra) para embutir todos los menjurges de farmacia.

Usted dirá que bromeo, pero no es así, ¿Cómo diablos voy a decirle de pe a pa todo el tratamiento que sigo?, si yo mismo después de 10 días, no he acabado de conocerlo.


En fin di mi brazo a torcer y con la gracia de Dios sufrí con gran paz las tres operaciones, ahora bien usted sabe que “ni el que planta ni el que riega son nada, porque Dios es quien da el crecimiento, conclusión... Dejemos a Dios que disponga todo como él quiera, que a priori digo y lo siento es lo mejor y lo más perfecto”.


Desde el instante en que lo conocí, refiere la superiora del sanatorio, me convencí de que su vida era salvar almas, habiendo sabido por una conversión que un moribundo rehusaba los sacramentos, corrió a su lado logro prepararlo para compadecer delante de Dios, Este caso se repitió muchas veces durante su estancia en el hospital.


El padecimiento llego a ser dulce para él, una vez me decía: no había comprendido nunca con tanta perfección el valor del sufrimiento; es una dicha padecer por Dios y que solo él conozca nuestros padecimientos.


¡Que devoción la suya, durante la celebración de la misa! Durante su oración, me causaba la impresión de que yo no estaba en este mundo. Me decía yo misma muchas veces: Este padre es un santo, no he conocido jamás otro como él.

“SENTIMIENTOS DE HIJO”.


El tono de la carta siguiente no tiene nada de burlesco; esta escrita bajo la impresión de una pena mayor aun a la enfermedad, el P. Pro acaba de saber la noticia de la muerte de su madre y responde a las muestras de simpatía venidas de España:


“Hoy recibí su grata del 15, que mucho, mucho le agradezco. Muchísimas son las cartas que en estas ocasiones se recibe, pero muy pocas las que respiran sincero y fraterno amor y ese verdadero tomar parte en esa pena, su carta P. Cavero, esta escrita con el corazón, y me ha hecho mucho bien ¡el sagrado Corazón de Jesús se lo pague! El 10 al medio día recibí el cable que me anunciaba que el 8 había muerto mi madre.

 

Una carta recibida providencialmente dos días antes, me había preparado; pues en ella se me decía que un cáncer de estomago, con ramificaciones por el hígado y el corazón, habían quitado toda esperanza a los médicos. El golpe era muy duro: mi única ilusión de volver pronto a México y dar la comunión a mi mamacita se desvanecía, Toda la tarde del 10 la pase como insensible. Por la noche, teniendo el crucifijo en mi mano como mi único consuelo, llore mucho. Usted sabe P. Cavero, como se llora a una madre.

Pero en medio de mi pena, sentí un gozo inmenso, una consolación interior muy grande y una convicción profunda de que mi madre ya no necesitaba mis oraciones, que ya gozaba de Dios, que ya era dichosa por toda la eternidad. Y en esa hora sentí como si mi madre estuviera a mi lado, como si me abrazara y me bendijera.

 

Sentí que me consolaba, haciéndome levantar mis ojos y mi corazón al cielo, en donde Dios dispone todas las cosas, todas, por nuestro bien.

Y en la misa del día siguiente usted podrá comprender cuales serian mis sentimientos: un hijo que ofrece por su madre la victima más grata y aceptable, la única que borra los pecados del mundo. Créame P. Cavero, que dude sinceramente si ofrecer la misa por mi madre o por mi familia: tal era y es la persuasión de que ella ya goza de Dios, Dichosa mamacita mía, cuantas gracias va a conseguirme de Dios para mi santificación, para mis ministerios, para mis estudios, como velar por sus hijos que quedan solos en México.. A ella le pido le alcance del Corazón de Jesús su restablecimiento y que pague desde allá el gran amor de usted en ofrecer por ella una misa de primera intención. Yo padre, se lo agradezco mucho y le doy gracias con todo mi corazón.


El tiempo no calma el dolor que experimenta el P. Pro por la muerte de su madre; en el mes de mayo esta aun tan vivo como el primer día, y escribe:


Dios nuestro señor quiso enviarme la prueba más dura para mi corazón: la muerte de mi santa y querida mamaíta, la pérdida es muy grande; mi corazón siente un vacio que nadie en este mundo podrá llenar. La perfecta conformidad con la voluntad de Dios no se opone al justo sentimiento , y por eso lloro aun a la que fue mi madre, a la que me formo el corazón, a la que con sus lagrimas me alcanzo de Dios mi vocación religiosa y a la que 15 años no volví a ver.


Ella esta ya en el cielo, de allá me ve, me bendice, me cuida; desde allá velara mejor por mi; pero… esto no impide que el hijo huérfano derrame a torrentes sus lagrimas y sienta en su alma una pena inmensa, que solo Dios puede medir “.


Estas palabras tiernas y profundamente humanas muestran el verdadero corazón del Padre Pro.

Sin embargo en la clínica conservaba, la expansiva alegría de siempre, cuando se ve al P. Pro mas desbordante que de costumbre, solían decir sus amigos, es que sufre mas que nunca.

La hermana que lo cuidaba tenia siempre motivos de risa, los amigos de Enghien que iban a consolarle, no tenían mucho trabajo para conseguirlo. Más bien era él quien los esforzaba. Las religiosas que formaban entre si una verdadera familia en esta clínica particular, pasaban a su lado momentos deliciosos.

Amor por su ministerio”.


Estas palabras, tan saturadas de profundas reflexiones sobre la excelencia del sacerdocio, no son, por decirlo así, sino un resumen de la carta que el P. Pro dirige a su viejo amigo el P. Benjamín Campos, el día 27 de Mayo de 1926.


“Ayer recibí su tarjeta postal en la que da la gratísima nueva de la concesión de las misas…

Padre mío Campito, si en vez de emborronar una carta pudiera charlar con usted una media hora, le diría de tu a tu la gran consolación que he sentido al saber cierto que usted va a subir al altar.

 

A pesar de mis perrerías, yo llevo ya casi un año de tener esa dicha y puedo decirte con toda sinceridad que lo que allí se siente no es nada de este bajo y rastreo mundo sino algo superior, espiritual, divino…

Despídase para siempre de su antiguo Benjamín, pues aunque usted no lo quiera, va a sufrir un cambio radical. El espíritu Santo, que va a dársele de una manera especial el día de su ordenación, va a destruir todo lo que de humano le quedaba en ese pobre corazón de tierra, usted mismo se admirara después de ver cambiada y mejorada esa mísera naturaleza que tan malas partidas nos juega. Y no solo en las grandes líneas de su nueva vida, sino aun en los pequeños detalles de cada día...


Padrecito Benjamín, si cree usted a la pobre experiencia de un infeliz barretero, esté seguro que el campos de hoy no será de ninguna manera el campos de mañana.


Este cambio yo no lo había sentido, sino hasta haberme visto en contacto con las almas. Dejando a un lado las falsas humildades y abriéndole de par en par mi pobre corazón de hermano, puedo asegurarle que en mis 6 meses de ausencia en el teologado en que, de una manera u otra, hice ministerios, Dios nuestro Señor se digno tomarme como instrumento para hacer el bien.

 

¡Cuantas almas deje consoladas, cuantas penas destruidas, cuanto animo infundí para seguir el camino difícil de la vida! Dos vocaciones casi perdidas, volvieron a Dios; un seminarista decidido a dejar la sotana, sigue con nuevos bríos los designios de la providencia.


Y una prueba evidente de que no era yo el que hacia todo eso, es que, dada mi manera de proceder, mi temperamento, mi discreción, y mis estudios, debía decir ´negro’ y sin embargo dije ´blanco’ y lo dije muy acertadamente y con fruto.


¿Podre gloriarme de mis cualidades humanas, cuando a todas luces veo que no hubiera dado resultado? Y ¿no es palpable que si hice el bien, se debe a la gracia de mi sacerdocio, al Espíritu Santo que me regia y gobernaba, a ese algo que no tiene nada de humano y que yo no lo había sentido hasta el día en que fui ordenado?


Mire Padre mío, que facilidad tengo para subirme a la parra y ponerme a dar lecciones a quien por lo contrario debía de dármelas. Pero de la abundancia del corazón habla la lengua y yo estoy lleno, abrumado de favores que el señor me ha hecho desde el día feliz de mi ordenación, y no puedo decir otra cosa que no sea agradecerle tan inmerecido amor de predilección… El señor levanta al pobre del estiércol y lo coloca con los príncipes de su pueblo…


Usted me perdonara si le doy la lata; pero crea que el consuelo que he sentido al saber que usted va a recibir las mismas gracias que yo disfruto, me ha movido a emborronarle esta pobre carta, sin orden ni concierto pero hecha con la mayor buena voluntad que usted imagine.

“SU Devoción a la Virgen de Lourdes”.


El P. Pro toma el tren para Lourdes, en la mañana siguiente, se encuentra de rodillas delante de la virgen milagrosa:


“Lo que aquí se siente, dice ese mismo día al P. Negra quien le ayudo a pagar su viaje a Lourdes, no es para escribir. Ha sido uno de mis días más felices y que debo a Usted. A las 9 dije Misa.. Pase una hora en la gruta.. Llore como un chiquillo. Por demás esta decir lo que por usted y su familia dije a Nuestra Madre. Regreso a Paris a las 4, gracias, gracias, gracias, que el señor se lo pague y lo bendiga”.


“No puedo decir a usted., escribe también desde Lourdes a otra persona, lo que sintió mi pobre alma. Dije misa; hice una hora de meditación delante de mi madrecita; rece el rosario… Ahora voy a a regresar con el alma llena de consuelo”.

El 18 de Junio, desde Paris, reanuda la descripción detallada de su peregrinación a Lourdes:


“Ahora si ya puedo decir lo de Simeón ¡Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo¡ ya puedo partir para el otro mundo, y no aquel que llamaban nuestros mayores las indias, si no el verdadero otro mundo, que está en el cielo. ¿Qué hice yo una barrabasada estando como estoy, endeble y bueno para nada? No lo niego. ¿Qué fue una imprudencia pasar dos noches en el tren sin dormir y sin cenar? Tampoco lo niego. Pero lo que jamás de los jamases negare, es que ayer fue uno de los días mas felices de mi vida.


De Paris Salí el Miércoles a las 7 de la noche, llegue a Lourdes a las 8:45 de la mañana y desde luego encontré la asistencia especial de nuestra Señora; por que en el camino encontré al secretario del obispo, le presente mis papeles y me dio el permiso para celebrar y llegue a la basílica.


De la Iglesia fui a la gruta… ¡La gruta! Un pedacito de cielo donde vi a una virgen que inundo mi alama de una dicha inmensa, de un consuelo intimo, de un bienestar divino que se siente, si, se siente, pero que no hay palabras para explicar. El infeliz y pobre Pro ni vio, ni oyó, ni se dio cuenta de nada de lo que hacían miles de peregrinos que allí estaban.


¿Cómo dure tanto tiempo de rodillas yo, que a los cinco minutos ya no puedo continuar? No lo se. A las 12 fui a comer. Escribí cuatro postales y las 12:30 ya estaba en la gruta. No me pregunte que dije o que hice; yo no sé nada, yo no fui ayer el miserable de siempre. A las 3 de la tarde un cura se acerca y me dice: si sigue Ud. así se va a enfermar; yo le aconsejaría que se fuese a las piscinas, allí hay sombra.


¿Por qué me lo dijo? O ¿Qué cara o postura tenia hoy? Es otra de las cosas que ignoro. Yo solo sé que estaba a los pies de mi Madre y que yo sentía muy dentro de mí su presencia bendita y su acción. En las piscinas vi a los cientos de pobrecitos enfermos que van en busca de salud. Un capuchino predicaba entre decenas del rosario; yo hice lo que todos hacían: cantar, rezar, besar el suelo, ponerme en cruz, invocar a la virgen. A las 4:50 ya iba en el tren de regreso.

Para mí ir a Lourdes era encontrar a mi Madre del cielo, hablarle, pedirle; y yo la encontré y le hable y le pedí…


¡Hay Padre! … era muy penoso para mi miserable naturaleza volver a México sin salud, sin acabar mis estudios; encontrar a mi pobre patria desecha por sus gobernantes, y sin el placer de volver a ver a aquella Madre mía, que me dio el ser, y a quien lloro aun en medio de mi resignación y conformidad. Pero mi viaje a Lourdes me ha dado bríos”

“LA Festividad de Cristo Rey”.


Al llegar el P. Pro a México, la persecución, desencadenada por Carranza en 1914 y continuada por Obregón en 1920, había llegado al paroxismo, bajo la presidencia de Plutarco Elías Calles, La Iglesia de México, herida en el corazón por leyes impías, comenzaba su ascensión al calvario.


“El 31 de Octubre, fiesta de Cristo Rey, se tuvo aquí la manifestación mas grande, mas sublime, mas divina… La peregrinación a la basílica comenzó a las 4 de la mañana y termino a las 7:30 de la noche. Una no interrumpida fila de gente, el 90% al 95% de los habitantes de México, pasaron en frente de la bendita imagen de la morenita. Los de la A.C.J.M. guardaron el orden, y fue tal y tan solemne que el ayuntamiento de Guadalupe felicito al Sr. Arzobispo.


Yo estuve desde las 9 de la mañana hasta las 11 y de las 3 de la tarde hasta las 6; era imposible separarse de allí, miles y miles de personas descalzas, otras de rodillas toda la calzada de peralvillo, todos rezando el rosario y cantando; gente pobre y rica, obreros y señores, formando grupos, yo vi a una familia de clase media, serian ocho por todos, descalzados completamente, y el papa, llevando los zapatos de todos.

 

Vi a unas veinte viejas mitoteras, eso no me gusto, con coronas de espinas en la cabeza. Vi la llegada del Sr. Mora y del rio a las 4 de la tarde, como cualquier otro peregrino, y oí los aplausos y vivas que resonaron dentro y fuera de la basílica. A las 5 de la tarde me iba a volver con el P. Méndez Medina, cuando vimos un resuelto grupo de criadas, acompañadas de unos 100 obreros, que venían cantando por las calles que conducían a la villa, pero los cantos eran un poco entre dientes.


¡Ándale, compadrito, le dije a mi compañero, ora es cuando¡ y entre codazos y pellizcos me metí entre el grupo y, sostenido por la voz potente de mi compañero, cante a grito pelado: Tu reinaras.

Al ver los peladitos a dos catrines que dirigían, se entusiasmaron ¡¡ y esto es cantar!! Dominamos muy pronto a los miles de personas que rodeaban la explanada de la basílica, y a los 5 minutos todos nos hacían coro en los cantos, y en los vivas a Cristo Rey, al papa y a los obispos.

 

Ni un desorden, aunque los bomberos llegaron a las 8 de la mañana y aunque el general Cruz visito dos veces la villa. Los muchachos guardaron perfectamente el orden y los técnicos se pasaron el día recargados en los arboles, sin molestar lo mas mínimo a nadie. ¡Pobrecitos! Si ellos mismos eran los primeros en ponerse a nuestro lado.


¡Si todo México es católico! ¡ si la morenita del Tepeyac es verdaderamente la reina de todos los mexicanos!! Si la terrible prueba por que pasamos, no solo hace crecer el numero de los resueltos católicos, sino que nos ha dado ya mártires, pues no de otra manera se ve a los 20 jóvenes valientes de la A.C.J.M. que fueron asesinados vilmente y a muchísimos otros, cuyos nombres ignoramos porque la prensa esta amordazada.


¡Y el triunfo no tardara! ¡El grandioso poder de nuestros enemigos que cuentan con dinero, armas y mentiras, va muy pronto a caer como la estatua que vio Daniel derrumbarse con la piedrecita que cayo del cielo…! ¡ El Goliat mexicano perderá muy pronto la cabeza con el cayado que mueve el inerme pueblo Mexicano! ¡ y entonces, si, solo Cristo reinara, solo Cristo Vencerá, solo Él imperara.


Ya se siente el esplendor de la resurrección, precisamente porque las negruras de la persecución están casi en su máximo.

De todos lados se reciben noticias de atropellos y represalias; las victimas son muchas; los mártires aumentan cada día…. ¡Oh, si me tocara la lotería!

“SU LABOR ante la persecución”.


Si he sido tardo en escribir, se debe al sinnúmero de ocupaciones que me traen a mal traer por estos barrios capitalinos.

 

Se pierde la cuenta de confesiones, comuniones y bautizos; pasan a media docena los matrimonios semanales, hay multitud de enfermos que piden se les visite y no se cuantos son los prójimos que visan su pasaporte para el otro mundo. ¡LAUS DEO¡


Hace dos días tuve una ceremonia muy bonita, la conversión de una protestante: firmo ante dos testigos su abjuración, como lo prescribe el derecho canónico, pero ella quiso hacer oblaciones de mayor estima y momento y pidió hacer publica abjuración de sus errores, momentos antes de comulgar, la ceremonia fue en el buen pastor ante un auditorio de mas de 200 personas, hizo un acto de fe ante Cristo sacramentado, pidiendo perdón, prometiendo vivir fiel a las enseñanzas de la iglesia y encomendándose a las oraciones de los presentes.


La nota de esta semana, y eso en mi vida privada, fue el regalo de un niño de 6 meses, no hubo lugar en ninguna casa cuna y no hubo tampoco mas remedio sino que llegar a mi casa con tal alhaja. Mi papá, mis hermanas y mis dos hermanos recibieron al bebe con los brazos abiertos y ha sido la diversión de la vida intima de mi casa, con este van seis que me regalan. En la primera aventura de este género yo mismo lleve al niño y cometí la imprudencia de colocarlo en un fordcito muy envuelto en una manta y arrinconado en el asiento. Pero al primer salto del coche, el pequeño salto al piso del auto, y si no lo cojo en el aire, de allí lo hubiera llevado al panteón. Claro, lo tome en los brazos y excuso decirle como llegue cuando lo entregue a los que lo adoptaron; y me sucedió lo que dicen: el que con niños se pasea en auto tiene que ponerse al sol para secarse.


No se si recibiría mis dos ultimas cartas. No he recibido contestación y esto lo atribuyo a recargo de trabajo. En estos momentos estoy descansando (fíjese que día es hoy), de un trabajo comenzado a las 5 de la mañana y terminado en este momento, a las 11 de la mañana, 600 comuniones fueron las que repartí. L a Almota J. de bien en mejor; ya no son tan frecuentes sus desalientos, camina con mas seguridad y comulga casi diariamente; ella no es de las beatas que tanto líos meten.


En cambio Z… ¡me valga las once mil vírgenes! ….. Me escribió no una, si no veinte cartas (no exagero) teniéndose por la más villana hija de Adán. Pero… basta de viejas, que me tienen hasta el copete y que quisiera enviarlas con viento fresco aunque fuera al cuerno de la luna….

Con los varones la cosa cambia.

 

En la alta sociedad, en la mediana o en el ínfimo mangoneo a mis anchas, lamentando no tener todo el tiempo que quisiera, una lucida corte de choferes forma mi corona de gloria. ¡Que bien se esta entre esa gente que habla “fuerte” y no se para en barras, pero que es muy dócil cuando se persuade de que se le atiende y se le tiene consideraciones! No los cambio por las damas más encopetadas y ni siquiera por los caballeros más fifís. En esta relativa paz que tenemos hacemos nuestro agosto en lo que se refiere a ministerios. Pero… la misma dificultad ¡el día solo tiene 24 horas! Los ministerios mas valiosos y hermosos: casamientos de luteranos y herejes, moribundos de todas las edades y religiones, consultas a los Nicodemo con gente armada a la puerta, primeras comuniones que enternecen, misas a lo “catacumbas”, en que el celebrante se queda chiquito al ver la fe del auditorio, confesiones de día y de noche. Si tuviera vida de comunidad, el peso disminuiría en un noventa por ciento. Pero corriendo de ceca en meca, sudando y trajinando en camiones sin muelles, espiando disimuladamente a los que nos espían y con la espada de Damocles que nos amenaza en cada esquina con la inspección y los sótanos…

Vamos que ya preferiría estar ya en la cárcel para descansar un poco…


“Me rajo, me rete rajo de barbaridad; pobre gente, pobrecita! Posponer el bien de sus almas por una comodidad del cuerpo!!! Al pie del cañón, hasta que el capitán y jefe ordene otra cosa, porque no por mis fuerzas, si no por la gracia de Dios que esta conmigo, perseverare hasta el final“

“SU caridad”.


La caridad, dice el P. José Luis Sempere , fue la virtud dominante del P. Pro; caridad universal, constante y profundamente humana. Se manifestaba esta caridad en una multitud de pequeños pormenores que mostraban la bondad de su corazón. cuando hacia algún favor, lo hacia con mucha naturalidad y como quien ejecuta una acción ordinaria.


Un jovencito, Miguel Pardinas, después Jesuita, a quien el P. Pro llamaba siempre como tocayo, nos trasmite algunos recuerdos.


Tenía un gran amor a los pobres. En cierta ocasión, una señora le regalo una gabardina muy fina; El la llevo cuando fue a una misión a Toluca. A la vuelta hacia mucho frio y el P. Pro llevaba puesto un abrigo viejo:


- ¿Donde esta mi gabardina? – le pregunta la señora. – ¿Por que no se la pone Ud.?

- ¡Ah, se quedo allá!, respondió simplemente el Padre, pero comprendimos que la gabardina fina cubría las espaldas de un pobre de Jesucristo.


Tocayo, me decía, ama siempre a los pobres. No es una falta ser pobre, Dios nuestro señor lo hizo así, para que tú los amaras. Debes tener cuidado de ellos, como Dios lo tiene de ti. No pocas veces se le veía por las calles de México con grandes sacos de harina a la espalda, entre las befas y risas de los truhanes.

 

En cierta ocasión llevo en brazos seis pollos y un pavipollo… vivos, Mas cuando volvió a casa a comer, se puso a hacer gesticulaciones graciosas: sus polluelos, irritados, le habían dejado sus pulgas y piojos.


Una carta del 17 de Octubre de 1927 nos dice el estado en que se encontraba su obra cuando la muerte vino a arrancarlo del lado de sus pobres.

“Estando los tiempos como están, es indecible la miseria que reina en este país, Ya llegan a 96 familias que mantenemos de pe a pa y con la particularidad de que no contamos con ninguna entrada fija. ¡Mejor!, así ni siquiera nos puede entrar vanagloria, por que la acción directa de Dios se deja sentir en toda su amorosa esplendidez.


Todo mi personal se reduce a una media docena de piadosas mujeres y otra media docena de píos varones, A las primeras las llamo públicamente ´sección de investigación y de aprovisionamiento´ y en particular las titulo ´pedinches y fisgonas´ pues ellas se meten por todos lados como ratas me llenan de cada mes los escuálidos sacos de café, maíz, azúcar y manteca. A los varones les llamo en publico ´Mesa Directiva´ y en privado los honro con el pomposo titulo ´cesantes aprovechados´ por que no pierden coyuntura de dar un sablazo al primer primo que se les ponga delante para provecho de la real familia de Dios que se mantiene de su cesantez. Si económicamente este es un disparate, yo respondo que mayor disparate humanamente hablando es el echarse a cuestas un centenar de familias para mantenerlas sin contar con nada, de cuatro a seis es el mínimo de sujetos que forman una familia y de diez a doce el máximo, que tienen la mala costumbre de de comer tres veces al día y generalmente con un buen apetito; y eso fuera coser y cantar si fuera lo único, pero los muy hijos de…. Adán y Eva viven bajo techo que se les cobra renta y usan zapatos que se desgastan y ropa que se adorna con agujeros y saben enfermarse y pedir medicinas.

 

Claro esta que no hay ni puede haber dinero para tanto adminiculo, pero para eso me gasto amistades de doctorazos, que no me cobran y de ricachones, que me prestan casas, lo único que lamento es que mis amistades entre zapateros y sastres sean nulas, que sin esto ya no habría quebraderos de cabeza”.


Antes de partir para la muerte, el P.Pro, rodeado de veinticuatro soldados armados, se detuvo delante de las sirvientas arrodilladas, las bendijo y se despidió de ellas, diciendo: “Viva Dios” hijas mías, ¡ Viva la Virgen de Guadalupe! Vámonos, adiós, llego la hora de partir… A su muerte, sus pobres organizaron el mas esplendido triunfo que una familia pudiera desear para un padre, por centenares desfilaron ante el féretro y el día de los funerales, en numero de veinte mil, acompañaron por la ciudad los restos mortales de su gran amigo.

“Sobre su martirio”.


Un compañero de prisión, Antonio Mutiuzabal, añade algunos datos interesantes:


“Conocí al P. Pro dos días antes de su muerte, a mi se me detuvo cuando me trajeron a México, me internaron en los sótanos de la inspección y al día siguiente se me puso en el separo numero 1, en el que estaban tres personas, al llamárseme en alta voz con mi nombre y apellido, se me acerco uno de los detenidos, me pregunto si era pariente de Dolores Mutiuzabal, y como le digiera que era mi hermana, me dijo que la conocía, y que él era el Padre Miguel Agustín Pro y me presento a su hermano Roberto que era otro detenido.

 

En los dos días que estuve a su lado en la prisión, lo vi que durante largos ratos, varias veces cada día, se ponía a rezar solo; además, durante la noche, nos hacia rezar con él el rosario, cantábamos también juntos la marcha de San Ignacio. Nos exhortaba frecuentemente, a su hermano y a mí, a que fuéramos mas caritativos, y a que, cuando saliéramos de la prisión nos dedicáramos con gran empeño a trabajar por la causa católica. También nos inculcaba que practicáramos las virtudes con gusto y alegría.


El sótano en que estábamos era estrecho, oscuro y muy poco ventilado. A pesar de todo, el Padre Pro se mostraba paciente, resignado, contento y hasta alegre. Nos decía que debíamos sentirnos felices por estar sufriendo algo por Jesucristo, que si nos esperaban mayores males y aun ser fusilados, debíamos sentirnos felices por estar sufriendo algo por Jesucristo.

 

Tengo la completa seguridad de haberle oído expresarnos sus deseos de morir por Cristo. El Padre Pro me pareció un sacerdote extremadamente virtuoso, un santo que hace amable la virtud.


Parecía un niño por su sencillez, pues hasta se oponía a jugar con nosotros, como si fuera compañero de colegio. La última noche durmió el padre sobre el desnudo suelo de la prisión, pues había prestado su colchoneta a otro detenido. A la mañana siguiente, como a las 10, se presento en el sótano el jefe de la comisiones de seguridad, y dijo en voz alta: ¡Miguel Agustín Pro! El padre estaba sin saco y por órdenes de Mazcorro se lo puso, después sin decir nada, apretó la mano a Roberto y partió.


En el momento en que se da cuenta de los soldados que van a darle muerte, el Padre junta las manos mira tranquilamente a los espectadores.


Quintana, en el camino, se aproxima a él y le pide que lo perdone. No solamente lo perdono, respondió el padre, sino que te doy las gracias, y se coloca en el lugar que se le designa, de frente al pelotón.


El mayor Torres le pregunta si desea alguna cosa:

Que me permitan rezar, responde. Se postra de rodillas, se santigua lentamente, cruza los brazos sobre el pecho, ofrece a Dios el sacrificio de su vida, besa devotamente el pequeño crucifijo que tiene en la mano y se levanta. En una mano aprieta el crucifijo y en otra el rosario.

 

Extiende los brazos en forma de cruz, levanta los ojos al cielo y sus labios murmuran algunas palabras que los presentes no escuchan, las mismas, sin duda, que él ardientemente quería decir a la hora de su muerte ¡VIVA CRISTO REY! Hace la señal a los soldados de que esta dispuesto y recibe la cerrada descarga y cae con los brazos extendidos.


En su funeral millares de personas fueron acompañando los restos del Padre Pro, a la entrada al panteón, los sacerdotes tomaron a hombros el féretro, se rezaron las ultimas preces del ritual y se deposito el cadáver del Padre Pro con un respetuoso silencio, pero apenas salimos de la cripta, se oyó a lo lejos el conocido cantico “Tu reinaras” y toda aquella multitud, derramando lagrimas canto.


La familia del P. Pro procede luego al entierro de Humberto. El venerable padre de los dos mártires arroja él mismo la primera paletada de tierra sobre los queridos restos y dirigiéndose a los suyos dijo con sencillez y firmeza: “Todo esta terminado”.


Después de la muerte del Padre Pro, el General Cruz declaro: Procedimos por órdenes de calles, sabíamos que era perfectamente inocente, pero teníamos que echarnos al plato a un curita para escarmiento de los demás.

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Comentarios: 4
  • #1

    P. Jesús Segura, S:J. (sábado, 10 noviembre 2012 16:48)

    excelente

  • #2

    Luz Bellodas (martes, 05 noviembre 2013 14:52)

    Padre PRO , modelo de Fe, ejemplo a seguir. Te pido mi Dios permitas en algo acercarme a El. Transforma mi corazón y aumenta mi fé. Amén.

  • #3

    jose ramon garcia r (martes, 10 diciembre 2013 09:11)

    padre pro.vivi en los predios del colegio centro america de granada nic. mi padre te concio y hablaba de ti.por el hoy en dia te conosco y se tu vida dedicada a dios y a nuestra madre maria de guadalupe. te pido por intermedio de dios que nos cuide y nos de tu bendicion a toda nuestra familia y a los mas desposeidos.y proteccion a venezuela que se aproxima al comunismo.bendiga a este pais a que no caiga en estas garras.

  • #4

    Eduardo Beleche (miércoles, 22 julio 2015 13:34)

    Siempre quise saber el porqué al Centro de Derechos Humanos le pusieron nombre del padre Pro. Ya me doy cuenta. Bueno, pero ademas conocer su vida es como un acicate para la bola de muchos católicos indiferentones a ver si se nos quita la constumbre de vivir la vida de creyentes ahi nomas comodomanente.

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